Fuente: https://lacalle.com.ar/

Elogian su majestuosidad y esplendor

Construcción emblemática.

Así se destaca en un artículo del diaro La Nación.

Diferentes medios de comunicación hacen eco de los atractivos de Concepción del Uruguay. En este caso, La Nación presentó una nota que habla sobre el ex saladero Santa Cándida, construido por Urquiza,, dando cuenta de su “majestuosidad y esplendor”. “Majestuoso y detenido en el tiempo, el Palacio Santa Cándida se levanta entre una arboleda de tipas a orillas del arroyo La China, en Concepción del Uruguay. Fue la administración del mayor saladero de América del Sur y morada de Justo José de Urquiza, quien lo mandó a construir en 1847 con un diseño que incluye mucha simbología y con un sentido estratégico: desde su mirador se podía ver todo el movimiento del puerto y también su aduana, que Urquiza mandó a construir para no pagarle impuestos a Rosas. El chef local Quique Sobral ofreció un menú a siete pasos que resumió aromas y sabores de la Mesopotamia a 45 vecinos de Concepción del Uruguay, que esperaron décadas para conocer el palacio.
“’Trabajar en Santa Cándida es un sueño’”, confiesa Antonella Sack, encargada del Palacio. A 10 kilómetros del centro de Concepción del Uruguay, la construcción fue hecha por el arquitecto italiano Pietro Fossati (hizo el Palacio Arzobispal, frente a Plaza de Mayo, en Buenos Aires), quien le dio un espíritu palaciego italiano. Tiene tres plantas. La primera referencia es de 1859, cuando un marino inglés navegaba por el riacho Itapé. “Informó que un acaudalado saladerista levantó una imponente administración de tres pisos”, cuenta Gustavo Cheri, guía a cargo de contar la historia a los huéspedes que se alojan en el Palacio. “El nombre lo puso Urquiza en honor a su madre, Cándida García González. “Se construyó con lo mejor de la época”, afirma Cheri. Urquiza trajo personalmente los muebles de Europa. Lo único nacional, son los ladrillos con los que se hizo el palacio, hechos en hornos propios. La primera de sus tres plantas fue destinada a las oficinas del saladero, la segunda están las nueve habitaciones en suite que usaba Urquiza cuando no podía llegar a su residencia oficial, el Palacio San José, a 35 kilómetros de distancia, y en la tercera se encuentra lo más importante: el mirador. Está en línea recta con la que era la Comandancia del Puerto, la Aduana. “La última vez que Urquiza se hospedó fue en 1870, poco antes de su asesinato (el 11 de abril del mismo año). El lujo es fastuoso, a 175 años de su inauguración el tiempo parece haberse detenido. El mármol, el hierro, las maderas, y las obras de arte que la prestigian se conservan en un estado impecable, cercano al encantamiento. Enmarcado en un parque de 44 hectáreas diseñado por el paisajista Emil Bruder, tiene muelle propio. A las nueve habitaciones en suite, se le suman dos departamentos, galerías y espacios comunes, como living, sala de estar, comedor y bar. “El mármol que se usó fue de Carrara. Los dos espejos que se presentan en el hall de entrada pertenecieron a Sara Bernhardt, las arañas son venecianas y se puede ver un tapiz de Flandes. Masón de alto grado, Urquiza tenía fascinación por los símbolos: 38 estatuas se erigen en el jardín y las galerías. Hércules, el León de Nemea, la Hidra de Siete Cabezas, Juno, Diana cazadora y la inmortal Palas Atenea.

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